viernes, 24 de diciembre de 2010

Día treinta y dos: Nochebuena

En estas fechas lo que toca es lo que toca...

¡Feliz navidad!

Que lo paséis bien esta noche. Una servidora pondrá todo su empeño en que así sea.



Un cordial saludo,

La clienta navideña.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Día treinta y uno: seguimos trabajando en ello.




Diez días después de mis 21, intento mantener mi compromiso de consumo responsable.

Lo cierto es que en estos días no he tenido (o no me ha apetecido sacar) mucho tiempo para reflexionar sobre qué es realmente el consumo responsable. A pesar de eso, he tratado de hacer algunas averiguaciones, me he informado sobre marcas y productos y he tratado de determinar el punto exacto de responsabilidad que me corresponde a mí misma, como consumidora.

La principal ventaja de las grandes superficies es que puedes encontrar de todo en el mismo lugar y que, a primera vista, todo es mucho más barato (también depende del establecimiento, no es lo mismo El Corte Inglés que el Día).

Teniendo en cuenta que todo lo que podemos comprar tiene que pasar estrictos controles de calidad antes de llegar a nuestra manos, podríamos pensar que no merecen la pena las caminatas (haga frío, haga calor) de tienda en tienda para encima, acabar comprando más caro. Porque que nadie me vaya a negar que consumo responsable es también (a título personal) mirar por nuestra economía...

Dejando de lado los productos frescos, ilustraré esta última afirmación con un ejemplo:

Vamos a imaginar que necesito nata líquida para cocinar unos estupendos espaguetis a la carbonara. Se me plantean dos opciones: acercarme a la tienda de la esquina a comprar nata líquida marca Pascual, o acercarme al Mercadona de debajo de casa a comprar nata líquida Hacendado. Si compro la Pascual, beneficio al tendero y a una empresa que, aunque de origen español, no deja de ser multinacional. Si compro la Hacendado, me estoy dejando algo menos de dinero en otra gran empresa (también española) pero cuyo proveedor, en este caso, es el grupo Covap (cooperativa ganadera andaluza). ¡Menuda indecisión! Investigo un poco, reflexiono y decido. Lo siento, tendero de la esquina, pero creo que en este caso, es más responsable comprar la nata de Mercadona. Razones: la materia prima para la aleboración de la leche Pascual no sé si la obtienen en Asturias o en Perú, la de Covap está claro que en Andalucía; la Pascual es más cara la compre donde la compre (y si es una tienda pequeña de barrio más aún), y la Hacendado, por ser marca blanca, me cuesta bastante menos.

Cuando empezaba mi andadura le respondía a Bruno que mi intención no era romper definitivamente con los supermercados, simplemente, trataba de deshacerme de la dependencia que sentía. Al intentar volverme una consumidora responsable, me he dado cuenta de que eso es imposible. O es posible, pero cayendo en la irresponsabilidad.

Actualmente todas (o casi todas) las empresas hacen gala de su sostenibilidad y su responsabilidad social (si lo hacen para lavar su imagen y captar clientes o simplemente porque les preocupa el medio ambiente y la sociedad, da para un largo debate que ahora mismo no me interesa). Indagando un pelín, es fácil comprobar el grado de implicación de cada una de ellas, por eso, poniendo otro ejemplo, prefiero comprar el papel higiéncio de Bosque Verde (Mercadona) a comprarlo Colhogar, ya que considero más sostenible la primera marca (y es de una cadena de supermercados!), a parte, por supuesto, de la relación calidad/precio.

Desde mi punto de vista, responsabilidad es en primer lugar adquirir productos frescos de proveedores de la zona (siempre que se pueda, porque el pescado no lo traen aún de Las Tablas de Daimiel), si no, de proveedores nacionales. Y adquirir todo lo demás de empresas españolas, sostenibles y responsables. Y vosotros, ¿qué opináis?

Un cordial saludo,

La clienta pasada por agua.

Foto: Leche fresca Cantarranas en la encimera de mi cocina.

martes, 14 de diciembre de 2010

Día veintiuno: el dilema de la leche, parte II

Lunes. Último de mis 21 días sin Mercadona.

Hoy ha sido un día como otro cualquiera, con pocas compras (únicamente mi chusco de pan).

Antes de pasarme por la tienda de productos manchegos (Dehesa El Perchel), me he acercado al bar de al lado a preguntarle al amable camarero si sabía ya dónde conseguir la leche fresca. Nada más entrar por la puerta, el hombre se ha dirigido a mí para pedirme disculpas por no haberse acordado. Yo le he dicho que no se preocupara, porque gracias a una amiga había encontrado la página web de Cantarranas, y ya me pondría en contacto con ellos.

He de reconocer, que tras la reacción de las mujeres de la tienda el otro día, estaba convencida de que para adquirir la leche no me quedaría otra que acercarme al E.Leclerc o al Eroski. Pero mi sorpresa ha sido mayúscula por dos motivos: uno, la rapidez en responder a mis correos electrónicos; y otro, la lista de establecimientos cerca de casa (porque me preguntaron incluso la zona donde vivo para no hacerme andar mucho) donde poder conseguir sus productos.

Transquibo aquí parte de la respuesta que creo interesante y me gustaría compartir:

"Ya de paso informarle que hay otras leches que se dicen "fresca" pero que tienen más de 20 días de caducidad. Esa leche es leche calentada con el mismo sistema que el brick (140 ºC 2 segundos) pero metida en una botella y conservada en frío. O sea, que sabe a leche de brick fría. Nuestra leche en bolsa se ha calentado solo a 75ºC durante 15 segundos y le damos 6 días de caducidad, por eso es fresca.....

Para utilizar la bolsa necesita tener una jarra especial que sirve de soporte para el frigo además de para poderla servir cómodamente. Debe cortar ambos picos de la parte superior de la bolsa, uno para que entre el aire y otro para que salga el producto. Solicite la jarra en la tienda, diga si fuese necesario que ha hablado conmigo, aunque lo suyo sería que se la diesen fácilmente o como mucho que se la encarguen a nuestro repartidor.

Espero que la información haya sido de ayuda, para cualquier otra cosa ya sabe donde estamos."

Dice el refranero: "No te acostarás sin saber una cosa más". Y hoy hemos aprendido cómo se prepara la leche fresca que venden embotellada y sitúan en los refrigerados de los supermercados, y cómo se prepara y se debe conservar la leche fresca que venden en bolsas.

Dilema más que resuelto: comprar productos de proveedores de la zona en los pequeños comercios del barrio.

Un cordial saludo,

La clienta lechera.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Días diecinueve-veinte: los dulces navideños.

Ya falta poco para el comienzo de las vacaciones navideñas y el consumo en cantidades industriales de los dulces típicos de estas fechas.

Aunque algunos se empeñen en decir que estoy gorda, yo prefiero pensar que simplemente me sobran unos kilitos. Pero sea como sea, tampoco me viene bien pasarme con los turrones y los mazapanes.

¿Cuál es la solución para comprar menos productos y controlar mejor la ingesta de los tales? Pues muy sencilla: productos artesanos. Son más caros, así que compraré menos. Y son de mejor calidad, así que son también más sanos (dentro de lo poco sano que puede ser tanto dulcecito).

Los fines de semana en el pueblo de mis amores son buen momento para comprar responsablemente, y ya que allí estamos en la tierra de los mazapanes, ¿qué mejor lugar para invertir el presupuesto para postres divertidos?

Un cordial saludo,

La clienta mazapanera.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Día dieciocho: la excursión al mercado y el dilema de la leche.

El mal tiempo y las inundaciones lograron que mi puente se prolongara un día y que mis existencias, por tanto, también. Sin embargo, en previsión de lo que ocurrirá el lunes y aprovechando que tenía que salir de bancos, me he dado un garbeo por el centro buscando de una vez dónde comprar la leche.

Más de una década después de mi llegada a esta pequeña capital de provincia, me he dignado a entrar en el Mercado Municipal, pensando que allí encontraría la leche fresca de la que me hablaron hace poco (esa que aún se vende al peso en bolsas). El problema es que me he encontrado con multitud de carnicerías, fruterías y pescaderías, incluso con algún puesto de productos de la zona (como legumbres o especias), pero de leche fresca ni una gota...

Contenta por haber descubierto dónde conseguir todos los alimentos frescos sin dar muchas vueltas, pero pesarosa por no haber encontrado lo que buscaba, me he ido a comprar el café que no pude comprar el otro día y el pan en mi nueva tienda favorita: la de productos manchegos.

Esperando mi turno en este último lugar, rodeada de mujeres de mediana y avanzada edad que comentaban lo rico que estaba el conejo con un buen puñado de tomillo, me he decidido a preguntarles dónde podía encontrar la dichosa leche fresca.

- ¡Ay hija! ¡Si eso ya casi no se vende! ¡Que no dura ni tres días en la nevera!- ha sido la primera respuesta que he recibido.

Tras contemplar en mi rostro la desilusión más absoluta se han puesto a divagar hasta que una de ellas me ha dicho que me acercara al bar de al lado y le dijera al dueño que iba de su parte, y que a ver si me podía facilitar alguna bolsa de leche "Cantarranas" de la que él sirve. Agradecida y emocionada sólamente he podido decir muchas gracias, y me he marchado.

Minutos después me he animado a entrar al bar, y tras pedir una caña para romper el hielo, le he comentado al camarero lo de la leche, matizando un poco, porque más que poder adquirirla a través de él, me gustaría encontrar alguna tienda que tenga a los amigos de "Cantarranas" como proveedores para comprarla por el método tradicional.

Y he aquí mi dilema, mis queridos amigos...

El amable camarero me ha comentado que no tenía conocimiento de que esa leche se vendiera en ninguna tienda de los alrededores, sin embargo sabía a ciencia cierta que en E.Leclerc podría encontrarla. Mierda para mí. De todas formas, el buen hombre me prometió interrogar al repartidor y contarme el lunes si hay otro sitio donde pueda hacerme con ella.

E.Leclerc entra dentro de la lista de establecimientos prohibidos (al menos hasta el día 14, martes). Y mi comedero de cabeza es: si no hay otra tienda donde pueda comprar leche fresca ¿Qué es más responsable? ¿Comprar leche de grandes marcas en pequeños establecimientos, o comprar leche fresca de proveedores de la zona en un hipermercado?

Tengo hasta el lunes para meditar.

Que pasen un buen fin de semana. Un cordial saludo,

La clienta irresoluta.

Días once-diecisiete: sigo viva.

Como quien no quiere la cosa nos hemos plantado un tercio del tiempo establecido por delante de la última vez que escribí por aquí.

Sinceramente, tenía intención de haber actualizado algo durante el puente, pero al final he dedicado la semana a otros menesteres, como dormitar en el sofá con la película de Espartaco como música ambiental.

En esta semana he tenido ocasión de ir de tiendas para comprar un poco de todo: componentes electrónicos, regalos de reyes y/o amigos invisibles, calzado de fiesta, y como no, comidita rica.

Es curioso comprobar que los lugares donde más fácilmente se puede seguir el reto sin complicaciones sean los pueblos más pequeños o las ciudades más grandes. En los pueblos porque afortunadamente las grandes superficies no tienen cabida. Y en las grandes ciudades porque son tan grandes, que hay sitio para todos (lástima que los últimos días tenga que pasarlos en una de esas ciudades que no sabemos ni por qué se considera como tal... Pero no desfallezco, porque tengo casi todo planeado).

Echando la vista atrás, recuerdo haber visitado fruterías, panaderías, ferreterías, zapaterías... Pero es cierto que para el tema de electrónica y ocio me he dejado caer (aunque haya sido como acompañante) por franquicias como Game o Worten.

En aquellos momentos no pensaba que pudiera estar faltando a mi promesa porque mis 21 días son sin hiper o supermercados, y hasta la fecha no he encontrado Wiis ni cámaras de fotos en el Mercadona (aunque tiempo al tiempo...). Sin embargo, reflexionando sobre el consumo responsable y mis planes para después de estas semanas, creo que tampoco estaría mal buscar alternativas a ese tipo de establecimientos; o mejor aún, regalos alternativos a los productos que se pueden adquirir allí... Pero bueno, no es algo que de momento me vaya a quitar el sueño, que una cosa es querer hacer un bien por los pequeños y medianos comerciantes, y otra que me vuelva "pseudojipi" (y no es que tenga algo en contra de los "jipis", "neojipis" o "pijipis", dios me libre!). No me veo volviendo por completo al estilo de vida de los sesenta (avances tecnológicos y sociales incluidos).

Vuelvo a la rutina igual que me fui.

Un cordial saludo,

La clienta con síndrome postvacacional.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Día diez: haciendo de tripas corazón.

Cuando decidí ponerme manos a la obra con este experimento, ya tenía claro que habría momentos en los que el consumo de productos obtenidos del Mercadona o similares no dependería de mí.

De momento he llegado a la mitad de los 21 días sin incidencias, pero este fin de semana no puedo obligar a nadie a que compre o no en determinados establecimientos.

Cuando no esté mi propia casa, solamente me queda pasar por el aro para no morir de inanición, y seguir siendo responsable en mis propias compras.

Que ustedes lo pasen bien. Un cordial saludo,

La clienta somnolienta.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Día nueve: pan de pueblo.

Estoy contentísima. De camino a la droguería he descubierto una nueva tienda de productos manchegos donde venden de todo un poco y tienen un pan que uhmmmm.

Llevaba siglos comiendo pan del Mercadona o pan del Día, y ambos me sabían de maravilla. Pero el pan de pueblo no tiene comparación. Y además, no se queda como una piedra de un día para otro. Por diez céntimos más que lo que me gastaba hasta la semana pasada, mi paladar (que no así mi figura, lo sé) me lo agradece.

¿Cómo se presenta el puente? Yo no sé si podré escribir cada día, porque estar fuera de casa es lo que tiene... Pero prometo actualizar estas tontunas tan pronto como me sea posible.

Un cordial saludo,

La clienta chusquera (de chusco).

martes, 30 de noviembre de 2010

Día ocho: los placeres de la vida.

Los adornos navideños de las calles están ya colocados. Afortunadamente aún no han encendido las luces (algo bueno tenía que tener la crisis, ahorraremos energía eléctrica un par de días más).

Tengo que comprar café. Pero hoy entre pitos y flautas he salido tan tarde de la facultad, que cuando he llegado a la plaza, el pequeño establecimiento que buscaba estaba cerrado.

Me muero de ganas por volver a comprar el café que tengo en mente. Antaño, cuando no miraba tanto por mi economía mensual, me daba el capricho de comprarlo casi siempre allí, porque aunque cuesta el doble que el del Mercadona, el sabor no es el mismo ni de lejos. Café, café. Gloria bendita.

Sigue la lluvia y yo sigo aguantando sin problemas. Veremos a ver cuando se me termine la leche...

Un cordial saludo,

La clienta cafetera.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Día siete: el temporal.

Día frío y lluvioso, física y psicológicamente, y no precisamente por el resultado del fútbol (del que acabo de ser informada por mi compañero de piso), que a mí: plín.

Hoy he visitado la farmacia para comprar mi crema contra las patas de gallo que delatan mi edad a los mozos de los pueblos en fiestas, que es muy baratita y mejor que las del Deliplús. Aprovechando la visita me he llevado pasta de dientes. Me ha costado casi lo mismo una cosa que otra, pero tampoco me sorprende, porque una lleva tiempo siendo de hocico sensible y delicado y no me queda otra que gastarme ese pastizal de vez en cuando...

Con la tontería ya llevo un tercio del tiempo marcado...

Un cordial saludo,

La clienta congelada.

Día seis: más de lo mismo.

Los domingos no son días especialmente difíciles si lo que se quiere evitar es comprar en super o hipermercados. Lo normal es que en días como hoy, estos establecimientos permanezcan cerrados.

Mañana nueva semana y nueva etapa, ya que las reservas tienen que empezar a escasear y yo tengo que empezar a buscar dónde comprar los productos básicos, y empezar a hacerme la idea de que todo aquello que no es imprescindible, no merece la pena.

Y es que si por algo se caracterizaban mis compras en Mercadona, era porque siempre salía de allí con una o dos cosas que no tenía previstas pero sin las que no podía vivir una vez localizadas con mi vista en las estanterías.

Puede parecer que lo que me ahorre en productos de esos me lo gastaré pagando un poco más en las tiendas más pequeñas. Las gallinas que entran, por las que salen. Pero pienso que comprando un pelín más caro estoy adquiriendo productos e invirtiendo en salud. Y esto último, no hay dinero que lo pague.

Buen comienzo de semana y un cordial saludo,

La clienta dominguera.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Día cinco: sábado sabadete.

Ni todos los días hay cosas que contar, ni todos los días se tienen ganas de escribir.

Sábado de los que me gustan: disfrutar de esos rinconcitos del lugar que me vio nacer (quinientos metros al norte, quitientos metros al oeste), descubrir, sentir e imaginar. Y para terminar el día: peli, palomitas, sofá y manta.

Un día más sin incidencias. Quien quiera pan, que vaya a la panadería.

Un cordial saludo,

La clienta casera.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Día cuatro: Día sin compras 2010.


Si ahora mismo saliera a la calle a preguntar a los viandantes (cosa que no haré por las horas, el frío, y que acabo de entrar en casa, básicamente...) sobre cuál es la noticia del día ¿qué nos responderían? ¿Las elecciones en Cataluña? Buen intento, pero no. Sin duda la noticia del día sería, como no, el partido Real Madrid-Barcelona del próximo lunes. Y no seré yo la que critique que nos metan por los ojos noticiones que no lo son, pero para mí, la noticia del día ha sido la que he conocido por casualidad escuchando la radio de camino a casa: hoy se celebra (o ya se ha celebrado) el Día sin compras.

El llamamiento, a nivel mundial, aquí en España ha sido lanzado por Greenpeace y Ecologistas en Acción. Y más que un día sin compras en sentido literal, se fomenta un día de consumo responsable. Vamos, más o menos lo que estoy intentando hacer yo durante estos 21 días.

Durante todo el fin de semana, en determinadas poblaciones españolas se llevarán a cabo actividades y talleres para dar a conocer otras alternativas de consumo. Lástima que donde yo estoy ahora no se haga absolutamente nada. Pero bueno, mi propia alternativa es cambiar el Maxi Día por las Mezquitas y Sinagogas, no para rezar y sí para aprender.

Ya sabéis, si alguno de los que me leéis tenéis la oportunidad de acercaros a participar, o al menos conocer, alguna de estas actividades, que me cuente luego. Yo seguiré intentando rehuir las visitas a los supermercados, como hoy.

Un cordial saludo,

La clienta entusiasmada.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Día tres: Madriz fugaz.

Normalmente, cuando una se levanta por la mañana suele tener una ligera idea de lo que le deparará el día en términos generales. Está claro que hay veces que surgen imprevistos o situaciones que hacen que nos vayamos a la cama con una sensación más positiva o más negativa de la que tendríamos si las cosas hubieran seguido su curso natural sin sobresaltos.

Cuando me he levantado esta mañana (no sin esfuerzo, todo sea dicho), esperaba un jueves normal: clases, limpieza, comida, relajación, prácticas, cena y a la cama.

La primera parte del plan se ha desarrollado según lo previsto, sin embargo, a partir de la segunda parte no ha podido llegar a realizarse nada por una de esas pequeñas (o grandes) cosas que se interponen en nuestro camino inesperadamente.

"Cuando está de que no, está de que no". Y hoy estaba de que no, no, no.

Materiales: un compañero de piso bastante confiado, un avión a Amsterdam con salida de Madrid a las 16:30, incompatibilidad de horarios entre trenes y autobuses.

Detonante: un autobús urbano (Línea 1) que se retrasa quince minutos.

Explosión y resultado: el AVE parte sin un compañero de piso bastante confiado y una clienta que sin comerlo ni beberlo tiene que salir como alma que lleva el diablo dirección Madrid a la aventura.

Llevaba yo tiempo con ganas de meterme con el coche por la capital, porque nunca había disfrutado de la experiencia, pero siempre acaba encontrando excusas. Hoy no me ha dado tiempo a pensar ninguna, y si no hubiera sido por las prisas y el no comer, podría haber sido una tarde estupenda de paseo por Madrid. Llegada a la T1 y vuelta para tierras manchegas. Al menos hemos llegado a tiempo.

Con tanto trajín no he tenido tiempo de comprar absolutamente nada. Y ya mañana viernes, que me voy de finde con la familia, no voy a salir a gastarme ni un euro más. Eso sí, pendiente para el lunes: visita a la droguería, y búsqueda de establecimiento donde adquirir bicarbonato.

Y es que esta tarde mi incultura ha salido de nuevo a relucir: ¿Será posible que no sepa dónde se compra el bicarbonato? Se admiten insultos y/o sugerencias...

Un cordial saludo,

La clienta viajera.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Día dos: sin novedad.

Dudaba si escribir una entrada o no, ya que hay poco que contar respecto a mi reto. Pero como ésto sólo va a durar 21 días, qué menos que dedicar unas líneas a cada uno de ellos...

Está claro que no todos los días surgen necesidades, y hoy ha sido uno de esos. Mañana del montón y tarde intentando aprender a controlar mi ira (que es muy sensible y con nada se desata) y analizando diversas estrategias para hablar en público (no para iniciarme en el arte de la oratoria, sino para no quedar muy mal el día que me tenga que poner delante del tribunal a defender mi proyecto).

Un día sin sustancia en el que he podido tirar de reservas. La cosa sigue pintando bien, y yo me voy preparando para mi primera visita a una droguería después de sabe dios (si es que existe) cuántos años.

Un cordial saludo,

La clienta de la furia aplacada.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Día uno: Pero... ¿Aquí qué se celebra?

Pasaban las 19:30 de la tarde del martes cuando Laura llegaba a casa como cada día tras una dura jornada laboral. Metía la llave en la cerradura, daba sus dos vueltas correspondientes, y al abrir ligeramente la puerta dos cuerpos saltaban de la oscuridad gritando: "¡¡¡¡OFERTA!!!!". Durante unos segundos ni su cuerpo ni su mente fueron capaces de reaccionar y se quedó inmóvil en un rincón.

Dos horas antes, Patricia y yo llamábamos al timbre de la casa de Laura para cerciorarnos de que no había nadie dentro, y haciendo uso de la copia de las llaves que la propia Laura me proporció meses atrás para casos de emergencia, nos colamos dentro.

Llevábamos semanas planificando la fiesta de las ofertas (emulando el anuncio que todos habréis visto), pero a pesar de eso, había muchos cabos sueltos en cuanto a la organización y, como solemos hacer con los trabajos de la facultad, lo habíamos dejado casi todo para el último momento confiando en nuestro sentido de la improvisación.

Patricia se había encargado de la decoración. Traía una fantástica girnalda de notas musicales, dos bolsas de globos, el juego de ponerle la cola al burro, y el postre divertido cocinado por ella misma. Inflamos y colocamos globos, creamos un fabuloso mantel con las ofertas de eroski, preparamos los sombreros, antifaces y matasuegras, pero... ¿Y la comida principal?

Estaba claro que debía encargarme yo de solucionarlo y se me presentaba el primer dilema moral en mi experimento...

El Mercadona estaba a veinte metros del piso. Simplemente tenía que entrar, comprar patatillas y unos litros de cerveza y volver antes de que Laura saliera del trabajo. Tenía media hora y esa era la solución más sencilla y rápida.

Pero hoy era mi primer día y no podía fallar. Además, como cada vez que empiezo algo, estaba bastante motivada, así que me enfundé la cazadora y salí contrareloj en busca de una tienda de chuches o en su defecto, de "ultramarinos", las típicas tiendas de alimentación de barrio.

No tuve que dar muchas vueltas. Recordaba haber visto una de paso al cajero, así que me dirigí hacia allá y en menos de veinte minutos volvía a casa con patatas, fritos, gusanitos, chuches y dos litros de cerveza (fría!).

Tal vez en Mercadona me hubiera costado algo menos y además no habría tenido que ir tan lejos, pero llevaba tanta prisa que ni siquera me paré a mirar cuánto costaba cada cosa. Pagué, y salí.

En los próximos días iré estudiando y comparando precios. Hoy, me quedo con la satisfacción de saber que sigue habiendo pequeños establecimientos donde acudir en busca de los típicos productos envasados y que no están lejos de casa. No parece que vaya a ser muy complicado superar el reto...

Un cordial saludo,

La clienta estresada.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Día cero: la decisión.

De toda la vida tengo entendido que los adornos navideños debían colocarse en las casas allá por el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.

No hay que ser un lince para darse cuenta que de unos años a esta parte, las grandes superficies han ido adelantando poco a poco la decoración y la venta de productos típicos para abarcar más tiempo y ganar más y más y más dinero con la excusa. Pero es que esto ya se está pasando de castaño oscuro...

Hasta el año pasado, si mi memoria no me falla, la cosa se había adelantado tanto, que a finales de septiembre (o principios de octubre) ya vendían turrones y polvorones en los supermercados. Me parecía que tenían una jeta muy grande, pero entendía que lo suyo es hacer negocio y como los dulces me pirran, no me terminaba de molestar.

Este año la cosa ha sido diferente. La moda de Halloween, cada vez más integrada en nuestra sociedad (nos guste más o menos), ha contribuido a que la navidad haya tardado unas semanas más en llegar a las estanterías de las grandes superficies.

Hasta hace tres semanas contemplaba con estupor y alivio a partes iguales que habían sustituido los turrones perrunos de la temporada pasada por adornos de calabazas y chucherías de temática "siniestra". Pero lo de hoy me ha dejado completamente picueta...

Volvía de la facultad con más hambre que un perro chico, así que aprovechando que el Mercadona me pilla de paso y a escasos veinte metros del portal de casa, he pasado a comprar el pan. Cuál ha sido mi sorpresa cuando nada más cruzar las puertas mi oído ha empezado a reconocer una melodía poco acorde con la fecha que marca el calendario. Sí, señoras y señores, estaban sonando los primeros villancicos del año en versión techno-house-pop (que diría mi amiga Eva). Con el estupor floreciendo de mis entrañas, he echado un vistazo rápido a mi alrededor y he comprobado que absolutamente todo el Mercadona estaba adornado con campanitas rojas y hojas verdes al más puro estilo "Navidad en iu-es-ei".

Mi furia asesina no ha tardado en aparecer, y antes de que llegara a la caja con la barra de pan ya iba maldiciendo el ansia viva por vender a toda costa. Cuando salía de allí pocos minutos después, ya lo tenía decidido: iba a luchar por no volver a entrar a un establecimiento decorado navideñamente hasta el día 8 de diciembre, día a partir del cuál, según marca la tradición, ya se pueden poner los adornos y belenes en las casas.

A lo largo de la tarde he seguido reflexionando sobre mi decisión, pensando que no debe ser muy difícil sustituir las medianas y grandes superficies (Mercadona, Día, Eroski...) por las tiendecillas de barrio, las de toda la vida. Puede que tarde más en encontrar algún producto, puede incluso que me cueste un poquito más caro, pero voy a intentar cambiar la comida envasada que sabe a cartón por comida de calidad, productos de la tierra. Voy a intentar contribuir a mejorar el medio ambiente comprando productos que no vienen del otro lado del océano, si no que vienen de las huertas de la provincia.

Hoy he comprado pan en Mercadona, así que hoy debe ser el día cero. La teoría dice que si estás 21 días haciendo algo, ese algo se convierte en hábito. ¿Conseguiré llegar al 14 de diciembre consumiendo responsablemente? Si es así, ¿conseguiré librarme de la dependencia de los super o hipermercados? A partir de mañana: la respuesta por fascículos.

Un cordial saludo,

La clienta espeluznada.