viernes, 19 de abril de 2013

Habemus huerta!

¡Hola gambiters ecológicos, chavalada recicladora, consumidores responsables y cotillas del ciberespacio en general!

21 días sin Mercadona está de vuelta. Cambia la temática, o no... según se mire...

Todo esto comenzó hace ya bastantes semanas, cuando al llegar a casa, mi querido compañero de piso me dijo: "Estamos pensando en alquilar una huerta...". No me hizo falta conocer más detalles. Inmediatamente me uní al proyecto.

Y así, como quien no quiere la cosa, nos plantamos en abril. Después de un par de meses de mucha lluvia y mal tiempo en general, el solecito bueno y las tardes largas han llegado a la ciudad. Y nosotros, con el ansia viva a flor de piel, nos hemos puesto en marcha en lo que ocupará nuestros ratos libres a partir de ahora y hasta... bueno... a partir de ahora...

Tres buenos mozos, tres, somos los que en principio regentaremos de horticultores en el espacio que os muestro a continuación:



Una parcelita de 60 metros a las afueras de nuestra amada capital de provincia. A menos de cinco kilómetros de la puerta de casa. Veinte minutos en bici.

He de reconocer que mis conocimientos sobre todo lo que se nos pone por delante son nulos. Una cosa es ir un día con el abuelo a sacar patatas, y otra hacerse cargo de todo el proceso...

A partir de la semana que viene empezaremos a poner a punto el lugar, para poder empezar a plantar a partir de mayo. ¿Qué vamos a poner? ¿Cómo vamos a distribuir el espacio? Eso todavía está pendiente de debate... Pero sí hay algo decidido: tendremos nuestras propias gallinas para poder dejar de comprar los dichosos huevos (sean del tipo que sean). 

Los próximos días nos dedicaremos a la construcción del gallinero, porque el dueño del terreno ya nos ha prometido limpiar la parcela y hacerle los surcos, o como él dice: "pasarle la mulilla". Todo un mundo de expresiones, vocablos y nuevos conocimientos se abre ante mí. Y yo, poco a poco, intentaré ir compartiéndolos por aquí, por si a alguien le resulta interesante.

Que me perdonen los entendidos. Hablo siempre desde la ignorancia pero bajo la experiencia personal. 

La semana que viene, más.

Un cordial saludo,

La hortelana novata.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Día ciento veinte: las bolsas de plástico y yo, una historia de desamor...


Cuando el otro día decidí escribir esta entrada, el primer recuerdo que me vino a la mente sobre mi relación con las bolsas de plástico fue una colleja. Tendría cinco o seis años, y jugaba a meter la cabeza dentro de una. Ha pasado tanto tiempo que es imposible recordar la razón que me impulsó a ello. Después de la hostia fina, mi madre me explicó que los niños se podían morir asfixiados de esa manera. Las bolsas de plástico y yo empezamos mal...

Pasaron los años y mi madre empezó a mandarme a la compra. Había veces que sólo visitaba la panadería, y como por aquel entonces las bolsas no se estilaban demasiado, me daban las barras envueltas en un pequeño trozo de papel hacia la mitad para poder llevarlas en la mano sin ensuciarlas. Si tenía que visitar la frutería, me llevaba una cesta de mimbre. Odiaba la cesta de mimbre. Las mujeres del pueblo paseaban con sus carros de la compra y yo parecía sacada de La Casa de la Pradera con la dichosa cesta, que para más inri, se llevaba fatal. El día que el carro de la compra entró en casa, vi los cielos abiertos.

Tiempo después, los carros quedaron para uso de las viejas, y lo cierto es que no entiendo muy bien por qué, si no tienes que llevar la compra a pulso ni se te corta la circulación de las manos cuando llevas más de tres kilos de peso... Pero así eran las cosas, y yo, que ya vivía en un piso de estudiantes, no iba a ser tan cateta de pasearme por la capital de provincia con un carro... Comenzaba mi idilio con las bolsas de plástico...

Durante el tiempo que conviví con ellas intenté en la medida de lo posible darles un buen uso (como bolsas de basura, recoger las cacas de los perros...) y si no me hacían más falta, las llevaba siempre al contenedor amarillo. Fue una relación con sus más y sus menos, pero tenía los días contados... Poco a poco empezaron a llegar a mis manos otro tipo de bolsas, de tela, más resistentes y más ergonómicas (asas más largas para llevar al hombro, o asas de caña para no dejarte los dedos sin sangre). Estas nuevas bolsas me hacían mucha gracia, con sus dibujitos y sus mensajes ecológicos, pero una vez más, el verme diferente con ellas por la calle me echaba para atrás y siempre acababa volviendo a las de plástico...

Hace ya más de dos años que, luchando contra mi vergüenza, empecé a dejarme caer por el Día del pueblo con una de esas bolsas de tela, hasta que después de un par de visitas, la dependienta me dedicó unas palabras:

- "Perdona, puedes coger las bolsas de plástico que quieras ¿eh? que aquí no las cobramos, como veo que siempre traes la misma..."

Un sudor frío recorrió mi espalda y noté como mi expresión facial quedaba petrificada. Sentí bastante apuro, la verdad. Toda la gente que esperaba en la cola pensaría de mí que era una completa tacaña... Lástima que al salir de allí, la que se quedó picueta fue la cajera cuando me oyó responderle que pagar las bolsas me daba igual, que si nunca cogía una no era por el dinero, era por no contaminar con tanto plástico. Aquellas palabras pusieron punto y final a lo mío con las susodichas bolsas.

Desde entonces en mi casa pasé de ser "la niña" a "vaya-coñazo-de niña", siempre cansineando para que todos se cambiaran a las bolsas biodegradables, de tela o los carros de antaño. Lo mío me ha costado, no quiero faltar a la verdad, pero al fin he conseguido que parte de mis allegados les den la espalda.

De un tiempo a esta parte, he observado con alivio que ya no soy el bicho raro haciendo la compra gracias a que las grandes superficies han empezado a fomentar el uso de otro tipo de bolsas con iniciativas como la de cobrar las de un solo uso, o facilitando por un módico precio bolsas más resistentes para poder reutilizarlas varias veces. Me refiero a las bolsas de polipropileno tejido (se puede confundir con la rafia) que venden en Mercadona, Eroski o Carrefour. Mientras, por otro lado, fabricantes de bolsas han puesto el grito en el cielo por cosas como ésta, ésta o ésta.

Yo no quiero entrar a valorar si merece la pena o no eliminar ya de nuestra vida las bolsas de plástico de un sólo uso. Lo ideal sería que todas acabaran en los contenedores amarillos, en vez de en las calles, el campo o incluso los vertederos, donde algunos animales pueden acabar asfixiados por meterse dentro (como los niños sin mucha cabeza como yo) o por intentar comérselas.

Haced la compra como más os guste, pero sed responsables con los residuos de vuestra actividad.

Un cordial saludo,

La vaya-coñazo-de clienta.

P.D.: En la foto, mi regalo de cumpleaños por parte de mi amiga Elena y las bolsas para las pequeñas compras diarias (leche, pan...)

miércoles, 16 de marzo de 2011

Día ciento trece: ¡Los bricks van al plástico!


Debe ser que me hago mayor y me vuelvo más tiquismiquis. O que llevo tantos años separando la basura en casa para reciclar, que me sorprendo cuando alguien más joven que yo desconoce los materiales que debe depositar en cada contenedor.

Cuando llegó mi nuevo compañero de piso en septiembre, de tan sólo 18 años, me llamó mucho la atención que no tuviera ni idea de cómo reciclar en casa. A veces me pasa como a la hermana de mi amiga Laura, y me pregunto si soy yo la única persona que ve la realidad así, porque estaba convencida de que ya era algo habitual en todas las casas del país eso de separar los residuos.

Cuando la otra realidad golpeó mi cara, lejos de sentir desasosiego, vi en el mozo un diamante en bruto al que poder educar en el respeto por el medio ambiente para que, cuando ya no estuviese conmigo, pudiera a su vez concienciar a otros, y así sucesivamente. Una vez más, mi realidad personal me engañó vilmente.

Seis meses después sigo sufriendo convulsiones cada vez que voy a tirar algo al cartón y me encuentro allí un tetra-brick de leche o zumo (o una lata de cerveza con el vidrio, o unos apuntes sucios en el cubo amarillo).

El tema de la separación de basuras es algo que requiere tan poco esfuerzo, que no soy capaz de entender por qué la gente no se conciencia de una vez y lo empieza a hacer en sus casas.

De vez en cuando me sale el típico (o típica) listo/a, que me comenta que es mejor no separar nada, para poder dar trabajo a otros que se encarguen de esa tarea en alguna planta separadora. En primer lugar, si los municipios cuentan ya con contenedores especiales para cada tipo de residuo, no tiene sentido pensar que los que se depositan en los contenedores normales vayan a pasar por un segundo proceso de separación por si algún despistado ha echado algo que no debería. Todo lo que tiramos a los contenedores normales va a parar a los vertederos. En segundo lugar, me gustaría saber si esa persona que tan caritativamente vela por el trabajo de los demás preferiría trabajar separando la basura maloliente de otros a trabajar en la recogida de los residuos ya separados.

Pero claro, cuando se trata de poner excusas, cualquiera vale: "es que no tengo sitio para tanto cubo", "es que tener que ir hasta los contenedores de reciclar, con lo lejos que están...". Es que el que no recicla es porque no le da la gana y punto.

En fin, que volviendo al título de la entrada, los bricks van al contenedor amarillo, porque aunque por fuera se ven de cartón, llevan aluminio y plástico. Los vasos y las bombillas NO se reciclan con el vidrio (de hecho, las bombillas de bajo consumo y los fluorescentes tienen sus propios contenedores en determinados establecimientos). Y nunca, nunca, nunca, tirésis las pilas con la basura de casa, por dios bendito!

Para saber más sobre los reciclados de los brick aquí.

Página recomendada hoy: Ecoembes.

Un cordial saludo,

La clienta recicladora.